¿Qué dice la Biblia con respecto a si deben los hijos obedecer a los padres que sean malos o narcisistas?
La Biblia no hace mención a los malos padres y tampoco califica de narcisistas a los que tienen esa personalidad, pero sí nos previene de los arrogantes, que es un atributo de los narcisistas. También nos alerta sobre sentimientos dañinos que en ocasiones dominan a las personas y ante esos sentimientos, no debemos ceder.
La Biblia nos cuenta la historia de Jonathan, el hijo del rey Saúl cuya personalidad tiene varias características parecidas a las de un padre narcisista. Veamos 1 Samuel 1.19
David era un joven pastor de ovejas que desafió y venció a un gigante, enemigo del pueblo de Judá. Esta hazaña llamó la atención de Saúl, el rey de Judá que le ofreció al pastor la mano de su hija. Sin embargo, el rey no cumplió su promesa porque sentía celos del joven David al que, viéndolo como un rival, procuraba mandarlo a todas las batallas para que lo matasen. A pesar de todo, David salía victorioso, lo que aumentaba aún más la rivalidad del rey. No obstante, Jonathan, el hijo del rey, mantuvo una gran amistad con David, algo que el monarca no toleraba. Un día el rey Saúl, en una discusión con su hijo con respecto a David, le juró que lo mataría. Jonathan, por su parte le avisó inmediatamente a su amigo que huyera de su padre. Gracias al aviso de Jonathan, David huyó, salvando su vida. Años más tarde, David, después de la muerte de Saúl en una batalla, se convertía en el rey de Judá.
Jonathan era fiel a la amistad y a la justicia. Por ello, entendió que su padre el rey no estaba siendo ni justo, ni estaba actuando con cordura, sino que estaba siendo movido por la envidia y el odio que le tenía a su mejor amigo. En un momento crucial en que la vida de su amigo estaba en peligro, el hijo del rey tuvo el valor de desobedecer a su padre.
Esta historia Bíblica nos enseña que la justicia, la misericordia y la benevolencia deben ocupar un lugar importante a la hora de tomar decisiones. A los padres, mientras somos pequeños, les debemos respeto y obediencia. Son los que guían y tienen autoridad sobre nosotros. Una vez que maduramos y somos adultos, nos corresponde a nosotros obrar adecuadamente, no permitiendo que nos dominen los celos, la envidia o la ira. Si somos conscientes de que alguien, aunque sea nuestro propio padre, usualmente o en un momento determinado, obra en base a la mala intención de su corazón y le permitimos que nos use, no solo estaremos siendo un instrumento de maldad en manos del que nos utiliza, sino que estaremos obrando en contra del propósito por el cual estamos en este mundo. Estaríamos yendo en contra de la propia esencia de Dios que hay en nosotros y desobedeciendo la ley divina.
Por eso, ante la pregunta ¿deben los hijos obedecer a los padres malos o narcisistas? La respuesta es simple: NO.
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