El Amor al Prójimo

"Brother and Sister" by photostock courtesy of freedigitalphotos.net

“Brother and Sister” by photostock courtesy of freedigitalphotos.net

¿Qué significa amar al prójimo?

¿Significa acceder a todo lo que el prójimo pidiera? De ninguna manera, si complaciéramos a alguien en todo lo que pidiera, no estaríamos amándolo, sino adorándolo como a un ídolo. Piense en lo que usted haría si un niño pequeño se acercara con un ganchillo de metal que se usa para el pelo y lo intentara introducir en una de las ranuras de la toma eléctrica. ¿Usted lo dejaría? Claro que no. Sin embargo, el pequeño no va a entender que usted se lo impida y probablemente se ponga malhumorado en contra suya.  No obstante a eso, usted seguirá firme en impedir que el niño logre su objetivo, ¿verdad? Lo mismo pasa con el prójimo.

¿Significa hacernos amigos de alguien aunque no nos guste? No, porque si entabláramos amistad con alguna persona que nos desagrada, o que nos ha hecho daño, lo más probable es que estuviésemos involucrados en una relación  hipócrita.

Primero que todo, antes de amar al prójimo es necesario amar a Dios sobre todas las cosas. Pero,¡cuidado! Nosotros los que vivimos en el Occidente hemos greco-romanizado a Dios. Es decir, creemos que es un anciano de barba blanca sentado en un trono allá arriba en las nubes y el cielo. Ese no es el Dios del que yo hablo. El concepto de Dios al que me refiero va mucho mas allá de una imagen con apariencia humana, más bien apunto hacia la concepción de una energía superior que no podemos imaginar. Es la emanación de la compasión, la benevolencia y la integridad a un nivel muy elevado y a la vez profundo, sin límites ni fronteras y además poderoso, capaz de crear universos. Parte de esta energía está fuera y dentro de cada uno de nosotros. Todos la sentimos pero muchos no la entienden y por ende no obedecen su percepción.  En su lugar, se confían en lo que el mundo material les ofrece porque no pueden concebir la idea de que  el mundo físico se materializa por la acción de esa energía.

Si nos mirásemos en un microscopio, observaremos que estamos compuestos por células y dentro de cada una hay moléculas mucho mas pequeñas aun y entre cada  partícula y otra hay espacios aparentemente vacíos donde hay energía. Entre esas partículas están las enzimas, que actúan como el catalítico de la energía. Ellas son las responsables que ocurran transformaciones químicas conocidas como metabolismo y reacciones bioquímicas. Es decir, estos catalizadores son los que controlan la energía.

¿De donde viene esa energía?

Todos los elementos desde los gases hasta los metales están formados por protones, electrones y neutrones, partículas que poseen carga eléctrica, tienen  energía. Y por la fuerza de atracción los elementos se unen, como por ejemplo dos moléculas de hidrógeno con una de oxígeno forman el agua. El oxígeno no se ve a simple vista, pero lo respiramos todos los días, se siente, no se ven pero su energía se  manifiesta. Algo similar ocurre con las emociones.

¿Alguien ha podido medir la cantidad de protones y electrones que tiene la ira? ¿Y la de los celos? No, porque no son considerados materia. Sin embargo lo que sí sabemos es que cuando estas dos fuerzas se juntan, pueden dar origen a que se materialice  un crimen.

Lo opuesto sucede cuando se juntan la compasión con la integridad, el resultado es la justicia y pudiera verse realizada en la acción de  salvar la vida,  de ofrecer ayuda desinteresada a alguien o de devolverle algo que le fue arrebatado a alguno,  o de ajusticiar a un criminal para que no siga haciendo daño, etc.

La práctica de la tolerancia, la misericordia, la honestidad pasando por alto nuestra personalidad, nuestros miedos, creencias equivocadas y emociones tóxicas elevando nuestro pensamiento y acción por encima de las reglas arbitrarias e imposiciones de los hombres, es lo que reconozco como “Amar a Dios sobre todas las cosas.” En otras palabras, que el sentimiento del amor hacia lo que es justo ocupe el primer lugar y obremos de acuerdo a ello, aunque lo que hagamos ni nos conduzca a tener la aceptación de la mayoría, ni a obtener ganancias propias, pero sí a que logremos que la integridad que hay en nosotros se manifieste en beneficio al bien común. Alguien que utilice su posición política, social o económica para obtener beneficios o para lograr sus objetivos por muy buenos que estos aparenten ser y para conseguirlos comprometa su dignidad, estaría robando y engañando a la vida misma y si dijera que ama a Dios, estaría mintiéndose a si mismo, porque Dios es integridad. Tampoco podría decir que ama a su prójimo.

Si por ejemplo, nos decidiéramos escuchar a aquellos con los que estamos en conflicto, aunque no piensen como nosotros y nos pusiéramos en su lugar, evitando emitir un juicio sobre ellos, sería sabio meditar en esta reflexión: “Si hubiéramos vivido su misma experiencia en sus mismas circunstancias ¿no habríamos actuado igual? ¿Qué debería hacer yo para ayudarle? ” Aunque nos pareciera increíble, nosotros estaríamos abriendo la puerta para recibir el conocimiento que nos mostrará de qué forma debemos obrar al respecto. Con esto evitaríamos la hipocresía, las habladurías y las calumnias, los daños al semejante y sobre todas las cosas, nos libraríamos en muchas ocasiones de los enfrentamientos violentos.

Cuando nos esforzamos en poner en práctica las virtudes y hacemos de ellas un estilo de vida y escuchamos la voz interior, obtendremos un don especial: el discernimiento, que nos alertará, nos revelará cómo salir adelante en las situaciones difíciles y nos dará valor para hacer lo que es justo independientemente de lo que tengamos que enfrentar. Eso sería como “entrar en la presencia de Dios,” que nos mostrará cómo amar al prójimo como a uno mismo.

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